jueves, 21 de abril de 2011
Libertad Lamarque: entrevista en el cielo
de EL NUEVO HERALD

Cuando fui a precisar con René Cañizares los detalles de una posible interviú con Libertad Lamarque, lo encontré hablando por teléfono en el Expreso Aéreo Interamericano que ponía a disposición la RHC-Cadena Azul uno de sus mejores aviones para ir a Camagüey a buscar a a estrella y traerla a La Habana.

*¿Quieres ir? *Me preguntó tan pronto terminó su conferencia telefónica. *Salimos de La Habana a las siete de la mañana y estamos de regreso a las doce. ¿Vienes?
Yo pensé en la algarabía de la llegada. En el desfile interminable de visitantes. En el nerviosismo de la recepción. En el cansancio en ella de un viaje a lo largo de todo el Continente.
*Sí. Si me invitas, voy.

*Pues vas.

El avión despegó de Rancho Boyeros, a las siete. Ibamos Manolo Alonso, Director del Noticiario Nacional y su cameraman, el intrépido Bebo Alonso, que hizo maravillas desde que vio llegar al aerodromo de Camagüey a la estrella argentina. El doctor Casto Mier, en representación de Amado Trinidad, Guzmán, en representación de la empresa Valcarce del teatro América, Vicente Blanco distribuidor de muchas películas de Libertad Lamarque y Suárez, empresario de la artista.

Al llegar al aeródromo de Camagüey caía una lluvia menuda. La estrella no había llegado. Alguien preguntó si no habría seguido vuelo a La Habana sin esperarnos.
*¡Eso no puede serer! *saltó Cañizares. Ella sabe que venimos a buscarla. ¿Qué hora es?
*Falta un cuarto para las diez.
*A ella se le dijo que a las diez. Esperemos.
A las diez, allá a lo lejos, alguien divisó una manchita negra en el paisaje que avanzaba hacia nosotros.
*Allá viene un automóvil!
*¡Debe ser ella!

Bebo Alonso empezó a preprar su cámara. Manolo le dio algunas instrucciones. Casto Mier se arregló el nudo de la corbata. Vicente Blanco se asomó a un cristal para alisarse el pelo con las manos.
¿Qué cómo es Libertad Lamarque? Tal como la hemos visto todos en la pantalla. Ni más ni menos. ¿Los ojos? ¡Ah, sí, es verdad! Los ojos de Libertad son verdes. Pero de un verde transparente, sereno, como dos pequeños lagos luminosos que se asoman a su cara, risueños o melancólicos, según su estado de ánimo.
Pequeñita, nerviosa, ligera, a los cinco minutos de estar entre nosotros era como una antigua amiga.
Cuando el avión remontó el vuelo hacia La Habana, me senté a su lado.


*¿Cansada?*Le peegunté.
*Un poquito.
*¿Qué tal el vuelo desde Buenos Aires?
*Me mareé.
*¡No!
*De verdad.

En su cara bonita el recuerdo de la angustia sufrida adquiere expresión elocuente.
Yo me arrepiento de haberle preguntado por el viaje. Pero este que hacemos rumbo a La Habana no puede ser más tranquilo. Cuando me asomé a la ventanilla para ver el paisaje me enconté que volábamos sobre un campo de nubes o sobre espuma blanca de nubes. Arriba, el cielo azul es de una limpidez, de una rareza maravillosa.
*¡Mire! *Le digo.
Ella mira. Sus ojos verdes se abren asombrados. Y exclama:
*¡Qué belleza!

De esta forma abrí el paréntesis entre el recuerdo de su mareo hasta Camagüey, y mi interviú. Bebo Alonso no se está quieto para tormento de la señorita del avión, que lo manda a sentarse cada vez que otro se levanta, Atento a cuanto hace o dice Libertad, sus cámaras: la de fotografías y la de películas, no descansan.

*¿Nació usted en la misma Buenos Aires?
*No. Nací en Rosario de Santa Fe.
*¿Qué quería ser usted cuando era niña?
*¿Yo? ¡Artista! Pero mi mamá quería que fuese maestra de escuela.
*¿Y papá?
*¡Ah, no! Papá, en cambio, tuvo la corazonada de que yo llegaríá a ser artista.
*¿Cómo logró ponerlos de acuerdo?
*Muy fácil. Yo tuve mi primer escenario en Rosario. Y mi padre presenciaba mis éxitos. Unos éxitos iniciales ante un público amigo, pero éxitos.
*¿Y cómo realizó usted su debut profesional?
*Mi debut profesional lo determinó la llegada a Rosario del actor José Constanzo, que realizaba una jira con su compañia de comedias. Me incorporé a ella de damita joven...
*¿Qué edad tenía usted?
*Trece años.
*¿Y tuvo éxitos también fuera de Rosario?
*Aunque me esté mal en decirlo, sí. En cada nueva obra que montaba la compañía, mi trabajo era de mayor responsabilidad. Y fué precisamente con esta compañía de Constanzo que canté por primera vez como profesional.
*Cuénte, ¿quiere?
*Pues llegó el montaje de una obra que terminaba con una fiesta en la que cada actor debía hacer algo. Pero Constanzo comprendía que faltaba algo... Una canción por ejemplo, y me pidió a mí que cantara un tango. Y creáme, hasta yo misma me asombré del éxito. La temporada se prolongó a condición de que yo cantara. ¡Y así me hice intérprete de tangos!
*¿Y después?
Libertad medita. Apoya la barbilla en la mano cerrada. Entorna los ojos. Las largas pestañas casi los ocultan.
*Después... Recuerdo que tenía 15 años y mi padre, mi admirador número uno, decisió que debutase en el teatro Nacional, de Buenos Aires.
*¡Pero, papá! ¿No pides demasiado? *Le pregunté.
*Debo decirle que eran artistas del teatro Nacional entonces, Olinda Bazán, Paquito Busto, Rosa Catá, Santiago Arrieta y otros no menos importantes. Pero mi padre ne creía capaz para ingresar con ellos y allá se fué a ver al director Pascual Carcavallo. La idea de trabajar en Buenos Aires me entusiasmaba, pero no dejaba de comprender que era una enorme responsabilidad. Mi debut lo hice con pequeños papeles, sin importancia. Una, dos, tres, media docena de obras, y mi trabajo no pasaba de pequeñas intervenciones en el reparto. Hasta que se estrenó una obra titulada "Margot''. En ella tuve mi primera oportunidad de verdadero lucimiento. A esta siguió "Tucumancito'', que me afianzó en la atención del público. Una tercera obra provocó la protesta de la primera actriz de la compañía que consideraba el papel que me asignaban a mí, superior al de ella...
*Señal de que estaba usted camino a la consagración.
*Cierto. Con la primera gran desilución del oficio, me llegó la certeza de que era alguien en el teatro.. Me ayudaron mucho en aquellos momentos de prueba, el director don Atilio Supparo y el apuntador de la compañia Emilio Romero.

*¿Emilio Romero? Me suena ese nombre.

Extraje unos apuntes que yo había hecho la noche anterior como un guión de lo que había de preguntarle a Libertad. En efecto aquí está el nombre de Emilio Romero.
Ella se adelanta a mi pregunta y me dice:

*En efecto. Me casé con él. Fué un compañero leal durante mucho tiempo. Con él tuve a mi hija Mirtha Libertad, que se convirtió al nacer en toda mi preocupación, y dediqué a ella, a su cuidado, mis horas y mis días.
*¿Tardó entonces mucho tiempo en volver al teatro?
*En efecto, sí.Y cuando volví a trabajar, fué en el teatro de revistas "Maipo'' cantando tangos.
*¿Y ya se dedicó usted por entero al canto?
*Sí. Realicé varias jiras con extraordinario éxito, por las provincias. Después viajé hasta Chile, donde me colmaron de halagos.
*¿Hasta dónde ha llegado usted en sus giras fuera de la Argentina?
*Hasta el Perú.
*¿Esta es la primera vez que se aventura hasta las Antillas?
*Sí.
*¿Cuántas veces pensó usted en venir a Cuba, Libertad?
*¡Muchas, no crea! Sienmpre que llegaron hasta mí proposiciones de empresas cubanas, hice el propósito de venir.
*¿Qué la detenía?
*Mi padre.
*¿Don Gaudencio?
*¡Ah! ¿Sabe cómo se llama?
*Y sé más. Sé que él fué su más entusiasta admirador desde que en las aulas del colegio hizo usted sus primeros pininos. Sé que le debe a él su dedicación a la escena, y su ingreso en en la compañía del teatro Nacional.
*Es verdad. Mi padre hizo tanto por mí, me alentó y estimuló con tan sincera comprensión, que cuando me preguntó una vez: --¿Crees que es necesario que te alejes tanto...? No tuve fuerzas para hacerlo y me quedé.
*¿Qué la decidió a venir ahora?
*Pues la misma razón. Esta vez papá comprendió conmigo que no debía hacerme esperar por este público que tan cariñosamente me había solicitado tantas veces. Acababa yo de regresar de una jira que comprendió Brasil, Peru y Chile, y había sido tan halagadora para mi condición de artista, que llegué a la conclusión que debía prolongar mis viajes hasta el Norte. Tuvimos una conversación mi padre y yo. El comprendió, y aunque no fué nunca egoísmo por parte suya, el retenerme cerca, sino visión de hombre conectado a mis actuaciones, esta vez convino conmigo que era mi deber venir...
*¿Y se alegra?
*Estoy segura de que tendré motivos para alegrarme. Tengo noticias de la cordialidad del público cubano y yo voy a poner de mi parte el corazón para que no quede defraudado.
*¿Cree que hará cine por aquí?
*No lo sé, la verdad. Mi objetivo principal y único por el momento, es Cuba. Después, Dios dirá. Si voy a México, es posible que haga una película, porque tengo proposiciones.

El avión sigue deslizándose raudo, sereno, sin un bache sin un salto. Alguien ha encendido un cigarro y el humo la hace tocer.
*¿Se cansa? *Le pregunto.
*No. Debe ser el humo.
Guardamos silencio. Alguien le trae una fotografía para que se la dedique. Otro le presenta una hoja de block para que le escriba un saludo.
Cuando ha descansado de hablar un buen rato, le pregunto:
¿Es verdad que usted escribe versos?
*Los escribí. ¿Quién no los ha escrito alguna vez en su vida?
*¿Me dará algunos de ellos para darlos a la publicidad?
*¡No, por Dios! Mis versos son míos, para mi intimidad. Yo fui siempre, desde niña, una entusiasta del verso. He leído muchos y buenos. Pero si he de serle sincera, más que leerlos me gusta hacerlos.
*¿Es usted romántica?
*Sin romanticismo, no excesivo, desde luego, creo que la vida carecería de uno de sus aspectos más bellos. Ser romántico, de un romanticismo sereno, sin exageraciones, constituye una necesidad en la vida.
El avión descendió de la estepa blanca de nubes. Allá abajo apareció La Habana.
*¡Mire, le dije, es La Habana!
*¡Oh! La Habana...
*Y llamó a su esposo: *¡Alfredo, estamos en La Habana!

Volvió a contemplar el paisaje de la ciudad. Su emoción fue en aumento y con los dedos llevados a la boca bonita lanzó a través del cristal de la ventanilla sus besos, en mudo y emocionado saludo.

Todos quedamos en silencio.
Bebo Alonso, poeta de la Cámara, captó el instante.
Cuando llegamos al aeródromo, la multitud idólatra nos alejó de la estrella.

(Bohemia, enero de 1946)

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